A pesar de que a este país se le conoce como “el pulgarcito de Centroamérica” por ser el más pequeño, no puedo decir que lo he visto todo, pero al menos sí que he visto lugares preciosos. Destaco la ruta de las flores, la bahía de Jiquilisco, y las playas El Tunco, El Zonte y Salinitas. Pero sin duda, lo más importante de todo es haber conocido a personas buenas que se han prestado a ayudarme y a enseñarme sitios de interés. Sin ellos, mi estancia aquí habría sido mucho menos llevadera. Y como son muchísimos los nombres que tendría que escribir, para no dejar a ninguno fuera de lugar lo que voy a hacer es poner otras palabras. Todas ellas vinculadas a personas y situciones de las que me llevo un muy buen recuerdo: Casa Clementina, OTC, prensa diaria, pupusas, Pollo Campero, El Tunco, Amigos, La Luna, música, clases de guitarra, Salinitas, Museo de la Imagen y la Palabra, Panchimalco, “vitrinear” por Metro Centro, Bacilos, vaciles, Flor de caña, despedida en el Barbaro, Fabulosos Calillac…
Otra de las cosas que he podido realizar durante esta estancia aquí ha sido viajar. El primer viaje fue a Panajachel y La Antigua (Guatemala) en un tour “relámpago” que mereció la pena. Recientemente me dijeron que “quién me ha visto y quién me ve” en el sentido del miedo. En autobús me he cruzado toda Centroamérica para llegar hasta Panamá desde San Salvador haciendo escala en Managua. También viajé sola hasta Gracias (Honduras), aunque tengo que reconocer que en ambos destinos no estuve sola. Otros jóvenes cooperantes me acompañaron en las aventuras panameña y hondureña. Serán viajes difíciles de olvidar, como también lo será El Salvador.
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